En atención a la Logia en Instancia «Caballeros de Cielo, Mar y Tierra» bajo la jurisdicción de la Gran Logia de la República Dominicana.
La masonería hispana en sus inicios aparece asociada al estamento militar. El primer taller formado por españoles en la edad contemporánea se creó fuera del país por parte de miembros de la marina, fondeados en la ciudad francesa de Brest, que fue el destino provisional de parte de la flota de Carlos IV entre septiembre de 1799 y abril 1802. Durante este período, muchos oficiales entraron en contacto y empezaron a frecuentar logias francesas. Algunos, incluso, se iniciaron en ellas; en tanto que otro grupo se decidió a fundar un taller para ellos y así poder trabajar en su idioma. Esta entidad, a la que denominaron La Reunión Española, se creó el 30 de agosto de 1801 y estaba formada por un total de 26 miembros de la armada. Reunía a oficiales y a cinco capellanes. También sabemos que otros siete militares permanecieron en logias francesas. Celebraban el ritual en el templo de la logia local Elus de Sully, que operaba bajo los auspicios del Gran Oriente de Francia y según su libro de actas celebraron un total de 53 tenidas en sus 18 meses de existencia.
Sus fundadores se mostraban dispuestos a propagar el masonismo en España a través de “unos trabajos interesantes al bien de la humanidad, y que fueran propagadores de los principios filantrópicos”. En cuanto a la actividad que desarrolla este taller, podría confundirse con una sociedad filantrópica o sociedad de socorros mutuos. La logia operó hasta el 23 de abril de 1802 y dejó de existir cuando tuvieron que regresar a España. Su intención era continuar los trabajos en Cádiz, pero como medida de precaución por los peligros que suponía, dejaron las actas de sus reuniones a buen recaudo en la logia que los había acogido en Brest. Sin embargo, al regresar a puertos españoles se encontraron con que eran perseguidos por la Inquisición, que no dudó en expedientarlos ya que manejaba listas de españoles iniciados en diversos talleres franceses. Por lo que la logia iba a tener escaso recorrido. Parece que al final se buscó una solución de compromiso para no comprometer a la armada porque la mayor parte de los implicados pidió el retiro entre 1803 y 1804, en tanto que otros pasaron a destinos de ultramar.
En este contexto lo cierto es que, hasta la llegada de las tropas napoleónicas en 1808, la masonería tuvo en España una presencia residual y habría que esperar hasta la ocupación francesa para encontrar de nuevo algún rastro de ella. Se trata de la nueva masonería bonapartista. Casi todos los regimientos del ejército galo poseían una logia militar. En las localidades por donde pasaban iniciaban a civiles y dejaban establecido un taller como apoyo político e instrumento de ocupación, para la captación de adeptos a la causa de Napoleón y dependiente del Gran Oriente de España.
Aunque en España, dado el rechazo a la ocupación, de manera paralela a la federación del Oriente francés, integrado exclusivamente por militares galos, se creó lo que podemos denominar una masonería bonapartista nacional, bajo la obediencia de la Gran Logia Nacional de España, fundada en Madrid por el propio José I, en la que ingresaron numerosos afrancesados. Por lo que podría hablarse de una doble masonería bonapartista. Estas logias napoleónicas iban a desaparecer a partir de 1813, afectadas por el curso de la guerra, cada vez más desfavorable para los ocupantes, y posteriormente por la persecución de Fernando VII, por lo que tampoco iban a tener continuidad.
Pero coincidiendo con la llegada de Fernando VII apareció otro tipo de masonería fruto de la influencia o proyección cultural que el masonismo bonapartista había dejado en España. Sabemos que en 1814 varios miles de oficiales españoles fueron liberados de las prisiones francesas y durante su cautiverio muchos de ellos habían conocido e incluso se habían iniciado en la orden. A su vuelta quisieron retomar su militancia y sabemos que durante 1815 y 1816 esos oficiales organizaron talleres independientes que contaron con la participación de afrancesados y de otros atraídos por sus ideales y espíritu de fraternidad. Nacía así una masonería liberal y patriótica que iba a adquirir cierta incidencia en el panorama nacional tras la guerra y que se extendería hasta el Trienio Liberal.
Asimismo, con la restauración absolutista los militares liberales encontraron en la masonería refugio y espacios de sociabilidad, lugares donde conectar con la burguesía urbana partidaria de un régimen liberal, así como cierta infraestructura para defender la implantación de la Constitución de 1812. Esta politización, alejada de los preceptos de la orden, ha llevado a algunos historiadores a sostener que las intentonas liberales se fraguaron en las logias. Ciertamente algunos de los militares que iban a encabezar pronunciamientos, como Riego, Espartero, Lacy, Torrijos y Porlier eran masones. Pero en las logias confluían una complejidad de intereses y los militares compartían esos espacios con la burguesía urbana, aunque coincidían en sus deseos de superar el Antiguo Régimen.
Fuente:
(*) Tomado de: Luis Lacy Gautier, militar constitucionalista y masón (I). Instituto de Estudios Campogibraltareños. https://www.europasur.es/campo-de-gibraltar/luis-lacy-gautier-militar-constitucionalista-mason-i_0_2005180271.amp.html
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