martes, 16 de septiembre de 2025

Herencia y evolución de la Orden

 La masonería escocesa en el mundo moderno | Confederation of the Grand  Lodges of Europe and the Mediterranean

COMACA: Propósitos masónicos para la Construcción de una Nueva Era. 

Ponencia: Herencia y evolución de la Orden

Isidro Toro Pampols 

M.·.M.·.

A L.·.G.·.D.·.G.·.A.·.D.·.U.·.

S.·.F.·.U.·.

Gran Logia de la República Dominicana

Academia de Estudios Masónicos

 

Or.·. de Santo Domingo, septiembre de 2.025 (e.·.v.·.)


Moral y luces son nuestras primeras necesidades
Q.·.H.·. Simón Bolívar

Planteamiento:
La masonería, como escuela de perfeccionamiento en el siglo XXI, debe enfrentar los retos con que amenazan algunos sectores transhumanistas de imponer una nueva forma de tiranía oscurantista aspirando transformar al ser humano en una especie de robot controlado por la tecnología, situación  que enfrentaremos apelando a las columnas de la ciencia y la virtud.

Desarrollo

El Q.·.H.·. Simón Bolívar pronunció la frase completa en su discurso ante el Congreso de Angostura en 1819: "La educación del pueblo ha de ser el cometido fundamental de ese cuerpo legislativo: “La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una república; moral y luces son nuestras primeras necesidades”.

En síntesis, moral que es honradez, ética y decencia; luces que son claridad, conocimiento, educación. Ambos fundamentales para atajar la amenaza del tirano del oscurantismo que se manifestaba en todos los órdenes de la vida social que se vislumbraban en los pueblos de Hispanoamérica a medida que avanzaba la vorágine de la lucha por la Independencia.

Bolívar, formado en el pensamiento de la Ilustración, era profundamente humanista, como humanista es la zapata sobre la cual se iniciaron y constituyeron las primeras organizaciones que devinieron en logias masónicas en el siglo XVII y en 1717 dieron el paso de fundar una Gran Logia que canalizará las inquietudes dispersas pero que tenían un hilo conductor: el humanismo.

Si vamos a los antecedentes de la masonería especulativa en la edad Moderna, quizás una de las asociaciones que más se asemeja a la Orden es la Academia Platónica Florentina, fundada en 1462 por el mecenas Cosme de Médici con Marsilio Ficino como su líder intelectual y este, Ficino, fue un sacerdote católico, filósofo neoplatónico y humanista del Renacimiento. Recordemos que el Renacimiento fue un movimiento que se interesó por la colocación del ser humano como centro de todas las cosas, o sea, humanismo.

Bien nos dice Albert Gallatin Mackey en su Enciclopedia de la Francmasonería (Tomo I, pag 27) sobre la precitada Academia: “se dice entre los masones de Toscana, que era una sociedad secreta y se supone haber tenido carácter Masónico, porque en el salón donde celebraban sus juntas, y que todavía existe, se encontraron muchos símbolos Masónicos”. Para luego agregar que puede ser un ejemplo primitivo de la separación entre la Masonería activa y especulativa.

Pero, para los efectos de nuestro trazado, lo que nos concierne es su interés por colocar al ser humano como centro de gravedad en sus estudios.

Ya en los siglos XVI y XVII en Inglaterra se comenzó a trabajar con ideas que luego dieron forma a lo que se conoce como libre pensamiento.

Fue el tiempo de filósofos como Francis Bacon (1561-1626), quien abogó por la razón para entender el mundo, y John Locke (1632-1704), quien defendió la tolerancia religiosa y la separación de poderes, sentando las bases para el deísmo y el pensamiento ilustrado posterior. Estos pensadores cuestionaron la autoridad tradicional y la doctrina religiosa establecida, enfocándose en la experiencia y la razón.

Pero hay un pensador de la época que deseo dedicarle algo más de atención: Herbert de Cherbury (1583-1648) quien fue un militar, diplomático, historiador, poeta y filósofo religioso británico. Como vemos, un personaje polifacético, pero aquí nos interesaremos, sola y someramente, de su producción filosófica.

Según reseña Nicolas Abbagnano en su Historia de la Filosofía (Tomo II, pág 297), para Herbert de Cherbury el pensamiento de los individuos debe guiarse por un instinto natural único y universal. Este instinto es el sello que la Sabiduría divina ha impreso en nosotros y por él podemos distinguir lo verdadero de lo falso, el bien del mal. Sobre él se fundan las verdades innatas o nociones comunes, las cuales son independientes de la experiencia de los objetos (como la facultad de la vista es independiente de la vista de este o de aquel objeto); más aún, son las condiciones de la misma experiencia. “El espíritu –dice Hebert– no es una tabla rasa, sino un libro cerrado, el cual se abre ciertamente bajo el impulso de los objetos externos, pero que en sí mismo encierra todo el contenido del saber”.

Plantea algunas tesis apriorísticas, que están en la razón de todo ser humano y reseñaremos tres que son las siguientes:

1)    El reconocimiento de un Ser Supremo, no importa como éste se presente ante los seguidores de una confesión.

2)    El culto que se le debe a este Ser, independientemente de cuáles sean las ceremonias y ritos que se practiquen.

3)    Una conducta personal, cuyo eje cardinal moral sea la piedad y la virtud, así como la adoración a Dios en este mundo.

En estos principios hay mucho de masonería, no digo que era masón, pero si un libre pensador de la época porque ya, en el siglo XVII, es tiempo en que emerge la masonería especulativa entre ciencia, filosofía y fiebre asociativa. Es el tiempo de los inicios de la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural, en inglés: Royal Society of London, agrupación fundada alrededor del año 1660, que representaba los principios científicos de la época.

Hay interés por la medicina científica, geografía, antropología, física entre otras ciencias; aquello en medio de una Inglaterra que vivía un proceso revolucionario que implantó la monarquía parlamentaria y abrió las puertas al liberalismo que serviría de zapata a la Revolución Industrial y, entre ambos, dieron al traste con el régimen feudal.

Ya los masones organizados en logias participaban en los clubes revolucionarios de la Europa libertaria, en las logias, las llamadas Lautaro, que promovieron la emancipación en Hispanoamérica; masones que fueron el faro de luz en la independencia de los Estados Unidos; que dieron al traste con la realeza en Francia e impusieron la monarquía parlamentaria en el Reino Unido. En todos esos procesos estuvieron presentes masones y cada cual colocó un sillar en la noble construcción de una sociedad que perseguía un orden que buscaba liquidar el tirano del absolutismo que significaba el oscurantismo y derrotar a los tiranos del atraso filosófico, científico y social, como nos reseñó el Q.·.H.·. Carlos Mora en su ponencia “la educación masónica en el siglo XXI”.

Por ello decimos que el hilo conductor de la masonería filosófica es el humanismo y sobre esta zapata, construye su edificio fundamentado en las columnas de la moral y las luces.

Pero ¿qué nos depara el siglo XXI?

Hay un sector de científicos que nos hablan de amortalidad en el ser humano. Esta idea, como tal, no es nueva. Se encuentra en la mitología griega en el relato de la diosa Eos quien le pide al dios Zeus que le dé la inmortalidad a su amado, el humano Titono, lo cual es concedido, aunque no la eterna juventud, o sea, un pequeño problema.

Las consideraciones en torno al envejecimiento están presente cada día en la medida en que la medicina avanza y el promedio de vida se hace cada vez mayor.

El Transhumanismo es una corriente de pensamiento que sostiene la posibilidad y obligatoriedad moral de mejorar las capacidades físicas, intelectuales y psíquicas de la especie humana mediante la aplicación de nuevas tecnologías y la eugenesia, con la finalidad de eliminar todos los aspectos indeseables de la condición humana como la enfermedad, el sufrimiento, el envejecimiento, e incluso la muerte. El objetivo del transhumanismo es llegar a una especie humana plus, con mayores capacidades físicas, psíquicas e intelectuales y, posteriormente, a un post humano, un ser que ya no será humano sino superior a él.

El transhumanismo es parte de esa corriente mayor que es el posthumanismo, que agrupa los planteamientos que buscan la superación del humanismo actualizando viejas concepciones al siglo XXI y, en muchos casos, reconociendo las limitaciones de la inteligencia humana. Aquí hay un peligro que nos asecha: tiranizar al ser humano por parte de tecnócratas mediante la manipulación de la tecnología que aspiran el dominio sobre la humanidad.

Conclusión

La rápida transformación que estamos viviendo implica un tema ético fundamental. La masonería, por ser humanistas, pone su centro en la conservación de los sistemas naturales. Los transhumanistas consideran que buena parte de lo “natural” es un obstáculo al progreso. Los defensores del transhumanismo califican a sus críticos de ser nuevos Nedd Ludd, un personaje posiblemente imaginario que destruyó maquinas como protesta por las malas condiciones de vida que implicaba el progreso del maquinismo en los albores de la Revolución Industrial.

Este hecho ha colocado de bulto un viejo tema de discusión sobre cómo los dispositivos electrónicos transformarán la humanidad.

La masonería es una escuela de filosofar no adscrita a ninguna corriente de pensamiento. Somos no dogmáticos, estudiamos todas las tendencias y el masón va construyendo dentro de si su propia idea.

Para ello es fundamental que seamos perfectibles y hagamos realidad esta condición. Construyamos nuestro edificio ético moral que llamamos templo individual de virtudes. Sin esto es imposible avanzar.

Pero cuidado, tener dominio de la ciencias naturales y sociales sin ética nos conduce a la construcción de monstruos como los del Dr Frankenstein, un terror para la sociedad, algo que si nos descuidamos nos amenaza seriamente y desnaturalizaría al ser humano. Es un buen ejemplo de posthumanismo.

Pero tampoco convertimos en una suma de virtudes sin conocimientos, porque nos transformaremos en una suerte de ermitaño que poca utilidad tendrá para la Gran Obra en este plano existencial.

Por eso Simón Bolívar dictaminó: «moral y luces son nuestras primeras necesidades»

Moral conjugada con conocimientos no dogmáticos es fundamental tanto en la edificación individual como social.

Recordemos las cuatro premisas que nos exigieron para ser recibidos como hermanos masones: creer en un Ser Supremo, en la inmortalidad del alma, ser libre y de buenas costumbres.

Estas nos van a acompañar durante toda nuestra vida, nuestros estudios girarán en torno a estas y el camino iniciático, lleno de dudas y cuestionamientos serán respondido salvando las interrogantes aquellas que también en el cuarto de reflexión nos hicieron:

¿Cuál es mi compromiso con el Creador?

¿Con la sociedad?

¿Conmigo mismo?

Así que estemos alerta, porque vienen tiempos difíciles y la masonería tiene un rol principalísimo en la defensa de la humanidad.

Es cuanto,

S.·.F.·.U.·.


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