En el Secreto Masónico, de Aldo Lavagnini leemos lo siguiente: “Todos tenemos, pues, indudablemente el mismo tiempo: sobre este punto no puede haber desigualdad o injusticia ninguna entre los hombres. Pero, del empleo más sabio y equilibrado que cada cual sepa hacer de las 24 horas que diariamente se le proveen, depende mucho de lo que suele llamar fortuna, además del éxito y de la prosperidad individual. Por lo tanto, es de la mayor importancia aprender el uso constructivo y mejor de cada una de esas 24 pulgadas de la regla diaria, sin exceder en ninguna intemperancia, que siempre nos robaría alguna buena oportunidad...Todo exceso, y toda falta de equilibrio en el uso más armónico de esas 24 horas, es de por si una intemperancia, y en nuestra vida la causa de alguna imperfección, así como de todo fracaso”.
Este mismo autor destaca que faltar a un compromiso, o bien presentarse más tarde del tiempo convenido (toda vez que no haya una razón verdaderamente grave y que no pudo preverse), es también un robo que uno les hace prácticamente a los demás, con hacerse esperar; además de indicar en la misma persona una falta de orden y de armonía y una inconsistencia de principios y de carácter. Pues, el uso del tiempo con exactitud y precisión, así como una absoluta formalidad en todos los diferentes deberes y compromisos, son elementos fundamentales del carácter individual, cuya perfecta construcción nos enseña la Masonería.
Para Juan Carlos Daza, “La regla, en unión con el compás, indica la capacidad de dar cada paso en relación al Ideal que le inspira; es la medida de la conciencia intima del Ser. La regla, junto a la escuadra, representa la rectificación de los actos con arreglo a la capacidad, y que, el fin no justifica los medios, sino que siempre participa de éstos por lo que se refiere a su realización. Los medios para el masón han de estar en armonía con la finalidad”.
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