En el rito de iniciación del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, después de que el neófito haya verificado si alguno de los hermanos que forman la cadena de unión en la que es recibido pudiera haber sido anteriormente su enemigo para tenderle ahora la mano y olvidar el pasado, el Venerable Maestro le dice: "No es siempre delante de uno que se encuentran los enemigos. Los más temibles muchas veces están detrás. ¡Volveos!". Entonces, se le presenta un espejo que lo pone cara a cara consigo mismo; seguidamente, se da la vuelta al espejo para que pueda leer la inscripción que figura en su reverso: "Conócete a ti mismo".
El espejo, siendo una superficie o lámina de cristal azogada, casi siempre de mercurio, aunque también pueda ser de otro metal bruñido, refleja o representa lo que se pone ante él.
A lo largo del camino iniciático, el adepto debe aprender que aquello que retrata el espejo es solamente su apariencia, una imagen transitoria del ser individual sometida a las leyes del devenir, una ilusión cambiante y contingente, y por tanto, todo aquello con lo cual no debe identificarse, ni reconocer como el fin del proceso, pues de ser así quedaría atrapado en la rueda de la vida y perdería la posibilidad de la verdadera realización metafísica, la cual está más allá de la naturaleza y cuya aprehensión excede las facultades humanas.
El mayor error y más grande enemigo del iniciado es identificarse con los aspectos puramente formales, caducos, egóticos y cambiantes del ser individual, en lugar de verlos como simples destellos o reflejos transitorios del Ser Universal, los cuales deben ser traspasados para fusionarse finalmente con la esencia supraformal, suprahumana, es decir, con lo inmutable, in-dimensionado, con el Sí mismo, análogo al Atma hindú o al principio masónico denominado Gran Arquitecto del Universo.
Es también en este sentido que debe entenderse a la Masonería Especulativa ya que el término del cual procede, speculum, etimológicamente significa mirar, y ello alude precisamente a una mirada que penetra inteligentemente la interioridad o el sentido profundo de todos los símbolos que la masonería conserva, afín de trascender la forma y ser uno con su esencia.
Esto, por supuesto, no tiene nada que ver con las elucubraciones mentales y parciales a las que se ha visto abocada la Orden en nuestros días, sino más bien con reconocer el verdadero y único Espíritu del que ésta emana.
Es cuánto.
Salud, fuerza y unión.
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