domingo, 19 de enero de 2025

Clásicos antimasónicos

 


La mayoría de los documentos históricos que afloran después del texto fundacional de Anderson y Désaguliers, son intentos de burla, de desprestigio de la orden o de abierta acusación por los más terribles y obscenos crímenes imaginables. Una prueba de ello es la famosa Masonry Dissected, de Samuel Prichard. Probablemente éste es el primer documento antimasónico del que se tiene constancia. 


 Sorprende la enorme repercusión social que tuvo al poco de ver la luz, como lo confirma su rápida traducción al francés, el alemán y el neerlandés. El documento pretendía ser la revelación de los secretos de la recientemente creada Francmasonería con todos sus rituales y ceremonias. El folleto de Prichard, aunque en una primera apreciación pareciera que solo quería desvelar en forma objetiva, las interioridades de la hermandad, lo que perseguía era desacreditarla, pues al final del trabajo afirma sin disimulo que su propósito no es otro que «impedir que personas crédulas sean atraídas a tan perniciosa sociedad».

En misma línea nacieron muchos otros trabajos panfletarios cuya única intención era descalificar y ridiculizar los ritos de aquella incipiente «masonería especulativa». Fue ya por esta época de mediados del siglo XVIII cuando nacen las primeras teorías conspiratorias de la masonería, alentadas por el inevitable concepto del «secreto» de la Sociedad. Se empieza a hablar del absurdo complot «judeomasónico» y aparece la primera excomunión pontificia que solo afecta a España, Italia y Portugal donde prácticamente no existían masones.

Un buen ejemplo de este sistema descalificador es el conocido manuscrito epistolar intitulado La Hermandad de las Costureras Libres (The Sisterhood of Free Sempstresses) publicado por primera vez como una carta anónima enviada al semanario inglés Read's Weekly Journal el 25 de enero de 1724. Es posible que el documento haya sido alguna reacción irónica de alguien tras la publicación de El Gran Misterio de los Francmasones al descubierto (The Grand Mystery of Free-Masons Discovered) impreso en Londres, 1724 por T. a modo de catecismo masónico de tipo folletinesco y sarcástico en la línea conspiratoria. El texto apareció apenas un año después de la publicación de las Constituciones de Anderson pretendiendo revelar los secretos de la recientemente creada Francmasonería especulativa: sus signos, formas de reconocerse, palabras secretas, etc.

En la misma línea de la burla, aunque en este caso más como broma que como desacreditación, puesto que el propio autor era francmasón, está la famosa Carta de la Gran Maestra de las Masonas (A Letter from the Grand Mistress of the Female Free Masons), que se atribuye a Jonathan Swift, y que adopta la forma de una carta dirigida al editor del periódico Faulkner's Dublin Journal, George Faulkner, también francmasón, en 1727, aunque posteriormente se volvió a publicar en otra edición londinense del mismo editor (Miscellanies) entre 1745 y 1748, de la que ha quedado una mayor constancia. También es digno de mención el documento conocido como Todas las instituciones de los Francmasones abiertas (The Whole Institutions of Free-Masons opened), que pretende revelar los secretos de la recién nacida Francmasonería especulativa. Se trata sin duda de uno más de los documentos que nacieron a raíz de la publicación de las Constituciones de Anderson cuyo fin no era otro que captar morbosamente la atención de los lectores de los periódicos. En muchos casos solo se buscaba hacer una burla de la Francmasonería, aunque en otros se pretendía lanzar al mundo profundas revelaciones esotéricas.

Por último, podríamos citar un pequeño catecismo publicado en The Scots Magazine en 1755 con el título original en inglés Mason’s Confession, que trata de la masonería operativa en Escocia. El documento recoge una carta enviada al director del periódico con las confesiones de un masón arrepentido de haber prestado juramento en la Masonería, considerando ésta «impía y abominable» y revelando todos los secretos.

Curiosamente hubo también en aquellos albores de la Francmasonería algunas respuestas en defensa de la nueva Sociedad, como el artículo Una defensa de la Masonería (A Defence of Masonry), publicado anónimamente en 1730 como respuesta a los puntos de vista negativos vertidos en la recientemente publicada en el mismo año Masonería diseccionada, de Samuel Prichard. Durante mucho tiempo se creyó que el autor de este trabajo había sido el pastor James Anderson, coautor de las Constituciones de su nombre, aunque hoy se tiene la certeza de que su creador fue un notable francmasón londinense llamado Martin Clare. En esta obra, el autor, rebate las tesis de Prichard, e interpreta las ceremonias de la Francmasonería en su alcance simbólico, convirtiéndose el documento en una importante fuente de conocimiento de la Francmasonería de la época.

Extractado de: I. Méndez-Trelles, “Clásicos antimasónicos “, en Revista Cultura Masónica, 1 (2009), pp. 36-42.

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