Trazado
de Isidro Toro Pampols .·.
El 15 de febrero de 1923 se reúne el Gran Consejo Nacional Fascista italiano con la presencia del Duce, Benito Mussolini, y allí se acordó invitar a los fascistas que eran masones para optar entre pertenecer al Partido Nacional Fascista o a la masonería.
A partir de allí comenzó una campaña sostenida contra la francmasonería italiana, iniciándose con la elaboración de un documento que contenía una visión sesgada de la historia de la masonería.
Dicho documento sirvió de base para la presentación de un proyecto de ley el 12 de enero de 1925, que inhabilitaba las sociedades secretas sobre el peregrino argumento que en el estado fascista no se justificaban en el supuesto tiempo de libertad que se vivía.
De un plumazo echaba por tierra lo realizado por las sociedades secretas como los carbonarios, fundada en Nápoles durante los primeros años del siglo XIX en el contexto de la ocupación napoleónica de Italia (1805-1814) sobre valores nacionalistas y liberales, así como la propia masonería, quienes muchos de sus integrantes formaron parte de los movimientos de liberación y unificación de Italia como Giuseppe Garibaldi, a quien una logia en República Dominicana le rinde honor.
Y hablamos de fascismos porque la iniciativa italiana contaminó a otros movimientos inspirados en la misma doctrina.
Años después en Portugal, el dictador Oliveira Salazar centró su atención en el peligro de las sociedades secretas como responsable de la decadencia de Portugal. Un Informe contra las sociedades secretas acabaría siendo aprobado y promulgado oficialmente bajo forma de ley el 21 de mayo de 1935.
La consecuencia de la promulgación de esta ley fue la persecución y el exilio de alrededor de 9.500 masones portugueses catalogados entonces como tales por las fuerzas gubernamentales.
En la Alemania nazi fascista de Hitler, se armó un bodrio mezclando un coctel de odio donde se entremezclaban la persecución del marxismo internacional, con la cuestión del judaísmo, en gran medida inspirada en Los Protocolos de los Sabios de Sión, que es un alegato antisemita falsificado publicado por primera vez en 1902.
Hitler en su obra Mein Kampf, que desarrolló en 1924, habla de las potencias supraestatales que encarnaban «el judaísmo, el bolchevismo y la masonería» a las que había que exterminar.
Sobre la base de Los Protocolos de los Sabios de Sión, se incorporaron temas en la enseñanza en las escuelas de Alemania, atizando la obsesión de la supuesta alianza de los judíos y los francmasones por la conquista del mundo.
Frente a esta realidad, las logias alemanas —al igual que las de Italia y Portugal— por iniciativa propia cesaron sus actividades.
El Gobierno decomisó todos sus bienes muebles e inmuebles. El líder nazi Hermann Goering afirmaba en 1933: «¡Para la Francmasonería no hay lugar en la Alemania nacionalsocialista!».
En su disputa sostenida añadía el 1 de marzo de 1942 lo siguiente: «La lucha contra los judíos, los francmasones y las otras potencias ideológicas en lucha contra nosotros, es una tarea urgente del nacionalsocialismo durante la guerra».
Durante la ocupación alemana de Francia, el Gobierno colaboracionista de “Vichy”, promulgó una ley el 13 de agosto de 1940 por la que se prohibían las sociedades secretas, sin hacer expresa mención de la masonería, su principal destinatario.
No solamente los regímenes fascistas han intentado eliminar de raíz la masonería, otros gobiernos lo han hecho y en algunos países del planeta la masonería está prohibida. La España franquista le dedicaremos un trazado especial.
Foto fuente externa. Benito Mussolini estrechando lazos de amistad con Adolf Hitler al formar una alianza
Basado en José A. Ferrer Benimeli (Universidad de Zaragoza), El contubernio judeo-masónico-comunista, Madrid, 1982, pp. 223-272.
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